Los apagones han sido un problema recurrente en la República Dominicana y tras la pandemia se han intersificado afectando tanto la calidad de vida de sus ciudadanos como la estabilidad de su desarrollo económico y social. Más allá de las incomodidades cotidianas que generan, como la interrupción de actividades laborales o educativas, los apagones representan una amenaza directa para la salud y la seguridad de la población, creando un terreno fértil para que la delincuencia actúe sin restricciones.
Impacto en la salud
La falta de electricidad afecta el bienestar de diversas
formas, siendo el calor una de las consecuencias más presente en un país
tropical como la República Dominicana. En un país donde el mayor porcentaje de
la población es clase media baja, durante los apagones prolongados muchas
personas no tienen acceso a ventiladores o aires acondicionados, lo que puede
llevar a un aumento de la temperatura corporal y golpes de calor que pueden provocar:
mareos, fatiga, deshidratación, aumento de la presion arterial y potenciar
problemas cardiovasculares. Especialmente en poblaciones vulnerables como los
niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas.
Además, la interrupción de la energía en los hospitales y
centros de salud aumenta el riesgo de los pacientes que dependen de equipos
médicos. Aunque muchos centros cuentan con generadores de emergencia, no todos
tienen la capacidad para cubrir largas horas sin luz.
Asimismo, la conservación de alimentos en refrigeración es otro desafío, ya que muchas personas no pueden mantener la cadena de frío en sus hogares y establecimientos comerciales, lo que aumenta el riesgo de enfermedades alimentarias y merma la economía por daños en los productos que deben ser refrigerados.
Seguridad y
delincuencia
Por otro lado, los apagones son una oportunidad de oro para
la creciente delincuencia. La oscuridad genera un ambiente perfecto para que
los malhechores cometan robos, asaltos y otros actos ilícitos sin temor a ser
identificados. Las cámaras de seguridad se ven afectadas y la visibilidad en
las calles se reduce considerablemente, lo que vulnerabiliza a los transeúntes
y las propiedades.
En muchas comunidades, los apagones son sinónimo de inseguridad, los criminales aprovechan la falta de electricidad para operar con impunidad. Las áreas más afectadas son, por lo general, aquellas con menos recursos, donde la respuesta de las autoridades es lenta o casi inexistente, agravando la situación. De esta manera, el apagón no solo afecta la tranquilidad del hogar, sino que transforma las calles en zonas de peligro.
El problema de los apagones no es solo una cuestión técnica
que afecta el suministro eléctrico, ya no deben verse como una simple molestia,
sino como una amenaza real que debe ser enfrentada con urgencia.
Perturba la cotidianidad del dominicano que debe madrugar
para ir a trabajar, pero no descansa como es debido por la incomodidad del
calor, el estudiante que no pudo realizar su tarea por no tener energia.
Perjudica al comerciante que suplió su negocio y va a tener
pérdidas por los productos que se estan dañando en el freezer y a la estilista
y al barbero que no pueden atender a nadie hoy porque se fue la luz.
En un país donde el clima es caluroso y la seguridad un mito,
es imperativo que se busquen soluciones duraderas para asegurar el suministro
eléctrico y que se implementen medidas para mitigar los efectos negativos en la
vida diaria de los ciudadanos.
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